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Cómo llegué a la Terapia Corporal Emocional

A mis 36 años no había por dónde cogerme. Ni física ni mentalmente. Estaba exhausta, y lo había estado unos 12 años. Eso tuvo numerosas consecuencias en mi salud a todos los niveles. No voy a extenderme en detalles pero sí diré que me arrastraba por la vida exclusivamente gracias a la fuerza que tenemos en algún resquicio del alma que lucha por estar vivo. 
En ese estado apareció un hombre con el que mantuve una corta relación y que se volvió abusiva en menos de nada. Era fácil: yo estaba en el punto adecuado para ser manipulada y él venía con la intención de someterme, ya que -como pude saber más tarde- era un criminal. Tardé 3 meses en tomar la decisión final de echarlo de mi vida y otros 5 en conseguirlo, porque él no estaba dispuesto a irse y yo me defendía como podía. 
Después de esta relación de maltrato me quedé rota y vacía. No sentía nada salvo mucho miedo. No podía sentir rabia, tristeza, dolor ... ni mucho menos una emoción buena. Estaba anestesiada emocionalmente. Y ahí descubrí que todo lo que había aprendido anteriormente no me servía de nada. Todos esos constructos mentales de auto-ayuda no valían, no tenían efecto ninguno porque todo lo que estaba en la mente se quedaba ahí, y yo necesitaba acceder a mis sentimientos que eran la fuente de mi fuerza y mi asentamiento en este mundo. 
Intenté la terapia de respiración, y algo ayudó pero sólo en el momento que duraba la terapia. 
Volví al psicólogo, y me desahogué y entendí algo más sobre mi misma. Pero nada en absoluto había mejorado. Mis síntomas seguían igual: mucho dolor en todo el cuerpo, los hombros muy tensos, no tenía nada de energía, no podía pensar con claridad, tenía ansiedad, insomnio, mucho miedo y el corazón cerrado.
Así que busqué en internet y apareció la Terapia Corporal-Emocional. Poco a poco fui reconectando con mi cuerpo y los resultados llegaron: pude vivir una vida con sensaciones y emociones otra vez. Librarme del dolor y más. Te lo cuento aquí.

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